Como cada 10 de octubre, hoy, en el marco de la celebración del ‘Día del Veterano’, este héroe, comparte su experiencia dentro de la Policía Nacional de Colombia, desde su ingreso a la institución hasta su retiro.
En las montañas de Tolima, en una pequeña vereda llamada Betulia, un niño de 10 años aprendía el rigor de la vida campesina. Su nombre: Antenor Benavides Pava, y su historia tejida entre mulas, mercados y senderos polvorientos; es la vida de un hombre que pasó de ser arriero a convertirse en una figura respetada dentro de la Policía Nacional de Colombia. Esta es la crónica de un hombre que, a pesar de sus orígenes humildes, forjó una carrera ejemplar que lo llevó a servir a su país por más de 48 años.
Los primeros pasos: De arriero a comerciante
Corrían los años 50 cuando Antenor, apenas un niño, trabajaba como arriero de mulas. Las necesidades del campo lo llamaban a cumplir con su deber, pero él siempre tuvo la mirada puesta más allá del horizonte. Su espíritu emprendedor lo llevó al municipio de Junín, donde, con apenas unos años más, se adentró en el comercio local. Montó un puesto de carnes en el mercado, una actividad que alternaba con trabajos como ayudante de camiones. Allí, entre cortes de carne y madrugadas de trabajo duro, Antenor comenzó a mostrar su habilidad para los negocios y su instinto para prosperar.
El llamado del deber
Un día, mientras caminaba por las calles de su pueblo, se cruzó con algo que cambiaría su vida para siempre: la posibilidad de unirse a la Policía Nacional. Aunque sus conocimientos sobre la institución eran limitados, la idea lo cautivó. Con decisión, investigó los requisitos para ingresar a la Escuela Gabriel González, ubicada en Espinal. Tras un riguroso examen escrito, Antenor fue aceptado. Con la humildad del campesino y la determinación del comerciante, se lanzó a esta nueva aventura.
Lo que vino después fue un periodo de formación y disciplina que lo preparó para una carrera brillante. En una promoción de 156 compañeros, Antenor Benavides no solo se destacó, sino que ocupó uno de los primeros puestos. «Salimos grados de agentes», recuerda con orgullo, como el inicio de un camino que lo llevaría a recorrer las diversas regiones de Colombia.
Una carrera llena de logros
Su primer destino fue Ataco, Tolima, donde, en la «Mesa de Polen», Antenor no solo cumplió con sus deberes de vigilancia, sino que también se dedicó a mejorar las condiciones de la comunidad. Su espíritu de servicio lo convirtió en un hombre apreciado y respetado en cada lugar donde fue asignado.
A lo largo de los años, Antenor pasó por distintos cargos, tanto en el Caquetá como en la capital del país. Con el tiempo, ascendió a cabo segundo, y su carrera siguió un curso ascendente sin contratiempos. «Nunca tuve una investigación, un sumario o un problema por abuso de autoridad», afirma con orgullo. Su impecable historial fue la base de una trayectoria marcada por el respeto y la admiración tanto de sus superiores como de sus compañeros.
Un legado de amistad y liderazgo
Pero su carrera no solo se definió por su capacidad para mantener el orden. Antenor también se destacó por su liderazgo en la defensa de los derechos de sus compañeros. Representó a los suboficiales en el Comité de Sanidad durante tres periodos consecutivos, un rol en el que luchó para asegurar que los miembros de la Policía recibieran el apoyo y los recursos que necesitaban. En 2015, ya retirado, fue nombrado coordinador de Casur en el Tolima, un honor inusual para un suboficial.
Un retiro lleno de satisfacción
A sus 48 años de servicio, Antenor decidió retirarse, pero su vinculación con la institución nunca terminó. Hoy, a pesar de las décadas que han pasado desde que portó el uniforme por última vez, sigue siendo una figura clave en la vida de muchos de sus antiguos compañeros. Se reúne con ellos, les ofrece consejo y apoyo, y mantiene el mismo espíritu de camaradería que lo caracterizó durante toda su carrera.
Desde las calles de Betulia hasta los despachos de la Dirección General en Bogotá, Antenor Benavides Pava, ha recorrido un camino lleno de desafíos, pero también de victorias. Su historia es un recordatorio de que el servicio a la comunidad, la lealtad a los compañeros y el compromiso con la justicia son los verdaderos pilares de una vida dedicada a la seguridad y el bienestar de los demás.
Hoy, al mirar atrás, Antenor puede decir con orgullo que, desde sus humildes comienzos como arriero, ha dejado un legado de honor y servicio en la institución más respetada de Colombia.