Desde una tarea universitaria hasta un centro de bienestar con impacto internacional, Camila Parra convirtió su experiencia personal y su visión integral del ser humano en un refugio para quienes buscan algo más que músculos: una vida con propósito.
Ibagué tiene muchos gimnasios. Algunos con pesas, otros con máquinas. Pero hay uno donde además de sudar, la gente llora, sonríe, medita y, sobre todo, vuelve a creer en sí misma. Se llama Colfit, una palabra que sintetiza Colombia Fitness, pero que en la práctica significa mucho más.
Camila Parra Restrepo no se imaginó que una simple tarea de universidad terminaría transformando la vida de tantas personas. Estudiaba su carrera profesional cuando, entre números, mercado y análisis, descubrió un vacío inmenso: los gimnasios tradicionales no atendían las heridas invisibles, las que no se ven en el espejo, pero pesan más que cualquier mancuerna.
Y ahí comenzó todo.
La idea era simple, pero profunda: combinar entrenamiento físico con atención emocional. Hoy, años después, Colfit se ha convertido en un verdadero centro de bienestar. Sus cinco ejes –cuerpo, mente, alma, social y personal– son el corazón de un modelo que entiende al ser humano como un todo.
“Fitness no es estar delgado ni musculoso, es sentirse bien, dentro y fuera”, dice Camila mientras recorre su espacio, ubicado en el barrio Casa Club, detrás de la Defensa Civil. En una esquina se ve un tapete de yoga, en otra una cuerda de saltar. Todo convive: meditación, pesas, psicología y calor humano.
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Una historia que marcó a nuestra protagonista –y a todos en Colfit– fue la de una persona que llegó al límite. Perdió su empleo, sus lazos familiares y sus ganas de levantarse. Inició entrenando a las 11 a.m., sin rumbo, sin ánimo. Dos meses después, entrenaba a las 5 a.m., tenía trabajo, planes familiares y una sonrisa que le había sido ajena por mucho tiempo. “Ahí entendí que esto no es solo hacer ejercicio. Es devolverle a alguien las ganas de vivir”, cuenta Camila, con la voz entrecortada.
En Ibagué, una ciudad con preocupantes cifras de salud mental, Colfit es un oasis. No solo entrena músculos, entrena esperanza. “Yo no tuve esa mano cuando la necesité, y por eso decidí ser esa mano para otros”, subraya la licenciada en educación física.
Asimismo, indicó que, gracias al apoyo de convocatorias de la Alcaldía de Ibagué y las distintas ferias de emprendimiento , Colfit pudo conseguir sus primeros implementos.
Cabe destacar que hoy, ya tiene presencia virtual y presencial en todo el país e incluso en el exterior. Hay «socios» –como llama a sus usuarios– en Canadá, Brasil, España y Estados Unidos. Desde planes de $50.000 hasta acompañamientos integrales de $450.000, cada proceso se adapta a las necesidades del cliente. No importa el lugar, ni la condición: el compromiso es con el bienestar.
Finalmente, Camila envía un mensaje para las mujeres que dudan en emprender, expresando sin vacilar:
“El miedo nunca se va, pero se puede caminar con él. Que se arriesguen, que busquen apoyo, que no están solas. Hay manos dispuestas a ayudar… solo hay que salir a buscarlas”.
Colfit no es solo un lugar. Es una experiencia. Es un recordatorio de que el bienestar no es exclusivo para los cuerpos perfectos, sino para las almas que se atreven a sanar.
