
Por: Juan David Ospina – Edil del corregimiento 16 de Ibagué
En las madrugadas de nuestras veredas, cuando el sol apenas empieza a pintar de dorado las montañas del Totumo y los gallos anuncian un nuevo día, comienza también el trabajo silencioso de miles de campesinos que cultivan con sus manos el alimento que sostiene a nuestra ciudad. Ellos son el alma viva de la zona rural de Ibagué, y su esfuerzo es el motor que impulsa el desarrollo de nuestras comunidades.
Hablar de agricultura es hablar de esperanza. Según el DANE (2023), más del 60% del territorio ibaguereño pertenece a la zona rural, y cerca del 25% de su población depende directa o indirectamente de actividades agrícolas. Esto demuestra que el campo no solo produce comida, sino también oportunidades, cultura y arraigo.
Sin embargo, detrás de esa fuerza productiva hay una realidad que no podemos ignorar. Nuestros campesinos enfrentan grandes desafíos: carreteras en mal estado que encarecen el transporte, intermediarios que se quedan con la mayor parte de las ganancias, la falta de acceso a créditos y tecnologías modernas, y los efectos del cambio climático que golpean los cultivos.
En palabras sencillas, el campo trabaja duro… pero aún no recibe lo justo. Como representante de la comunidad rural del corregimiento 16, he tenido la oportunidad de recorrer fincas, compartir tazas de café con los productores y escuchar sus preocupaciones.
Todos coinciden en algo: no piden subsidios, piden oportunidades reales. Quieren vender sus productos directamente, recibir formación técnica, asociarse, y tener vías que no se conviertan en un obstáculo cada invierno. Por eso, la apuesta debe ser clara: fortalecer la agricultura como motor de desarrollo local.
Necesitamos políticas públicas que miren al campo no como un sector atrasado, sino como la clave del progreso sostenible.
Medidas como: Mejorar la infraestructura vial y de almacenamiento para reducir costos y pérdidas postcosecha. Promover la asociatividad campesina y las cooperativas rurales. Implementar programas de capacitación en agricultura sostenible y nuevas tecnologías. Impulsar líneas de crédito accesibles para pequeños productores. El campo no puede seguir esperando. Cada día que un joven abandona su vereda por falta de oportunidades es una semilla que dejamos de sembrar en el futuro.
Tenemos que apostarle a una agricultura con dignidad, innovación y justicia, donde nuestros campesinos sean protagonistas del desarrollo rural. Desde mi compromiso como edil, seguiré acompañando las gestiones, tocando puertas y sumando esfuerzos para que la voz del campo sea escuchada. Porque el verdadero progreso de Ibagué nacerá cuando la semilla de la equidad florezca en cada rincón rural.
Es hora de volver la mirada al campo. Apoyar al agricultor no es solo un deber: es una forma de construir un mejor futuro para todos.
