Escrito por Cristina Devia
Este texto está dedicado a mi Tolima, una tierra que se siente en la piel, con el alma encendida como su sol de mediodía y un corazón tan grande como su cordillera. Es un lugar que ha aprendido a resistir, a levantarse, a sanar. Aquí, la gastronomía no es solo comida, es poesía envuelta en hojas de plátano. El acento tiene música propia, y a veces, las onces se transforman en «jonce»
Tolima no es solo un lugar en el mapa. Es una patria dentro de la patria. Nos une un solo equipo de fútbol, una bandera vinotinto y oro que ondea con orgullo desde el norte hasta el sur. Es una tierra que abraza a sus 47 municipios, cada uno con una historia propia, una lucha, una belleza singular. Aquí, el 60% de la tierra es fértil, generosa, productiva. El Nevado del Tolima, imponente y eterno, nos recuerda nuestra fortaleza, mientras que el clima nos regala paisajes tan diversos como la vida misma: del frío que abriga al calor que abraza.
Pero lo más hermoso de Tolima, sin duda, es su gente. Nosotros, los tolimenses. Algunos de nosotros tuvimos que migrar en busca de sueños, llevando siempre en el corazón el anhelo de regresar, mientras que otros seguimos trabajando aquí porque esta tierra nos sigue dando la oportunidad y no olvidemos a esos migrantes que, aunque la vida los llevó lejos, encontraron en este suelo la oportunidad de ser profetas no en su propia tierra, sino en este rincón que los acogió con brazos abiertos y que, aunque parezca distante, ya es hogar para muchos que no quieren irse.
47 voces que se entonan en 6 Subregiones:
Comenzamos en la subregión Norte, donde las montañas verdes se visten de cafetales, y el viento trae consigo historias de trabajo honesto y esperanza. Es una zona que combina tradición campesina con un profundo respeto por la tierra. Allí, donde los amaneceres son fríos y los corazones cálidos, el tiempo se toma con calma y la palabra aún se honra. Se respira un aire que invita a quedarse, a sembrar, a construir.
Luego viajamos al Oriente, bañado por aguas termales, envuelto en cañaduzales, tabaco y resistencia. Esta subregión nos habla de memoria histórica, de comunidades indígenas que han resistido el paso del tiempo, y de una fuerza cultural que no se apaga. Aquí, el dolor de la guerra se ha transformado en fuerza comunitaria. Como dicen por allá, «después de la tormenta, se siembra mejor».
Avanzamos hacia el Centro, corazón geográfico y simbólico del departamento. Ibagué, ciudad musical, vibra con la energía de sus juventudes, de su arte, de su empuje deportivo y empresarial. Es la región donde el pasado y el futuro se dan la mano, donde el dueto Garzon y Collazos compusieron inmortales melodías y donde las narrativas de William Ospina trasciende fronteras. Aquí se encuentra el latido constante del Tolima que no se detiene.
Subimos a los majestuosos paisajes de la subregión de los Nevados, donde el Nevado del Tolima se erige como guardián silencioso del territorio. En esta región se siente el poder de la naturaleza en su máxima expresión: páramos, fuentes de agua y biodiversidad que alimentan la vida. Es un lugar sagrado que nos recuerda que la montaña no es obstáculo, sino guía. Aquí el frío aviva el alma y fortalece la voluntad.
El viaje continúa por el Suroriente, territorio resiliente, de comunidades que han tejido paz donde antes hubo conflicto. Es una subregión que ha florecido gracias al compromiso de sus gentes, a su amor por la tierra, y a una espiritualidad comunitaria que reconstruye la esperanza. Aquí se cultiva más que café o maíz: se cultivan proyectos de vida.
Finalmente, nos adentramos en el Sur, tierra fértil, generosa y sabia. Es la despensa agrícola del Tolima, hogar de saberes ancestrales, donde cada cosecha lleva el sello de una comunidad que cuida la tierra como a una madre. Aquí los debates por el territorio son también cantos de identidad. La juventud rural lidera procesos con visión y compromiso. Esta región no solo siembra alimento, sino también futuro.
El Tolima no es solo un punto en el mapa: es una sinfonía de paisajes, historias, sabores y memorias. Es el eco de un pueblo que nunca deja de sembrar, de resistir, de soñar. Cada subregión, con sus particularidades, nos deja una razón más para creer que sí es posible un futuro mejor, más justo, más humano, más nuestro.
Desde la cima del Nevado hasta las planicies del Oriente, desde la música de Ibagué hasta el trabajo silencioso del campo, el Tolima nos recuerda que la verdadera fuerza de un territorio está en sus regiones, en la esencia de su gente.
Hoy más que nunca, el llamado es claro: que cada tolimense sea puente, semilla y canción. Porque si el Tolima florece, el futuro también.
